La tecnología ha traído una nueva forma de ver la televisión. El clásico sofá del salón frente al cual se situaba el televisor ha desaparecido de la escena familiar. Nos acomodamos frente a la pantalla del ordenador en el escritorio, con la tableta en el sofá o en la cama, o con el teléfono móvil o la misma tableta en el transporte público. Pero no sólo la forma ha cambiado, el fondo, los contenidos, han revolucionado el mercado audiovisual.
Adolescentes, jóvenes y no tan jóvenes siguen puntualmente las denominadas series “de culto”. Series que se consumen en todo el mundo de forma compulsiva, y cuya característica tecnológica básica es que se ven desde la pantalla del ordenador. Su acceso es mucho más libre en ese sentido, ya que se accede a ellas sin horarios, salvo el que el espectador se imponga, a través de cualquier plataforma de distribución de contenidos, legales o no, o de los propios canales de televisión en su distribución no secuencial.
Breaking Bad, Juego de Tronos, Perdidos, Walking Death, Resurrection, la lista es interminable y las temporadas van sucediéndose una tras otra en las diferentes plataformas de televisión de pago y en Internet, para solaz del público, minoritario normalmente. A estas series se las denomina “de culto” cuando sus espectadores son una minoría que es capaz de ver en ellas referencias culturales e intelectuales más intensas de lo habitual, y que disfrutan de su visionado gracias a esa exclusividad propiciada por la apriorística dificultad de los códigos y profundas lecturas propuestos por los guionistas. ¿Estamos en la era del transmedia? Una verdadera serie de este tipo deja de serlo cuando entra en una dinámica comercial en la que han desaparecido las referencias ocultas para los no iniciados y se convierte en un espectáculo asequible a todos los públicos.
Entre las últimas series de este tipo destaca una (estrenada en EEUU en junio de 2014) que ya en su propio nombre trata de confundir a espectadores incautos ajenos al mundo de la tecnología: Halt and Catch Fire. Ambientada en el Silicon Prairie de Texas en los años ochenta, cuenta las venturas y desventuras del grupo de personas que en aquella época trabajaba en el mundo de la comercialización de los ordenadores personales liderada entonces por el gigante azul IBM y contra el que luchaban por un incipiente mercado todas las empresas y profesionales.
Eran los tiempos de los primeros ordenadores personales, ¿Apple o IBM?, los tiempos de los primeros “informáticos” o ingenieros de sistemas, los tiempos de las primeras redes. Momentos muy emocionantes por todo lo que se estaba cociendo en las líneas de “código máquina” que iban desgranando los aficionados y expertos en informática. Momentos impecable y dramáticamente reflejados en la puesta en escena de Halt and Catch Fire. El título hace referencia a una orden o instrucción de código máquina que hacía que un ordenador dejara de funcionar. Los créditos iniciales de la serie nos ponen en el escenario y hacen esa labor inmersiva de cualquier producto multimedia o interactivo.
La música de los ochenta, reproducida en esta carátula, nos pone en antecedentes. La primera temporada comienza en 1983 y el guión une a los tres protagonistas principales, luego aparecerán otros secundarios, que son: “AMC [el canal productor] presents… Lee Pace [el visionario], Scoot McNairy [el ingeniero de sistemas], Mackenzie Davis [la programadora rebelde]… Created by Christopher Cantwell & Christopher C. Rogers”. No son Aaron Sorkin, Chuk Lorre u otros creadores de éxito norteamericanos, pero consiguen engancharnos al igual que aquellos.
En la primera temporada muestran las luchas de los protagonistas frente a los gigantes informáticos, desde una pequeña empresa de Texas llamada Cardiff Electric, intentando y consiguiendo copiar el código del ordenador IBM para lanzar al mercado el primer ordenador personal portátil, el primer laptop. La historia nos dirá que fue la empresa Compaq, aunque los productores y guionistas se han encargado de ocultarlo oportunamente tras un guión ambiguo en orden a evitar posibles querellas. Cardiff Electric no es Compaq, pero sus protagonistas bien pueden ser aquellas personas que consiguieron sacar adelante ese proyecto. Como en todo guión que se precie aparece el sexo, el amor, los negocios, el dinero y la traición, que no desvía la historia original sino que la adorna.
Aparecen empresas reales y ficticias, como IBM a quien “copian” el código, Cardiff Electric o Texas Instruments, donde trabaja la experta en hardware y esposa del ingeniero protagonista que en la segunda temporada se convertirá en pieza protagonista también de la serie, ya que al fin y al cabo es quien saca de más de un apuro al equipo original. Pero no adelantemos acontecimientos ni hagamos “spoiling”. Sencillamente disfrutemos de la historia de los pioneros de la informática personal y profesional en una serie que en su segunda temporada, que se emite en la actualidad recién estrenada en EEUU, convierte a aquellos protagonistas de la era de los primeros ordenadores portátiles en los creadores de los primeros juegos en red para ordenador.