Antonio Caño, Director de El País, ha afirmado abiertamente que el diario ha dejado de ser un periódico en papel para convertirse en una plataforma digital de noticias con una edición impresa complementaria. Así es la (segunda) transformación digital de El País.
«Este es un periódico digital que tiene también y de forma complementaria una edición impresa». Las palabras, pronunciadas por Antonio Caño, Director del diario El País, en un reportaje que explica la segunda transformación digital del periódico de PRISA, no pueden pasar desapercibidas.
El País es un buque insignia de la prensa en España desde su nacimiento, en mayo de 1976. Habitualmente ha sido el diario en papel más leído en España, con cifras de ventas de hasta 750.000 ejemplares diarios en los buenos tiempos de esta industria, como recuerda el propio diario. Sin embargo, la llegada de Internet cambió los planes de un sector centenario, aniquilando el sueño del papel, pero abriendo una ventana (más bien varias) global para un producto local. El País ha sabido adaptarse progresivamente a este nuevo mundo, con aciertos elogiables y errores fatales, como aquel muro de pago implantado en 2002 que echó por tierra su incipiente estrategia digital y relegó la versión digital hasta ser superada por El Mundo, algo que le costó bastante tiempo recuperar.
El caso es que no se puede criticar que se cometieran errores, dado que todos nos enfrentábamos a algo nuevo que iba a revolucionar el periodismo que conocíamos. Era necesario reaccionar sobre la marcha, tal vez a base de prueba-error, hasta dar con la tecla del éxito. Y si bien esa tecla aún no ha sonado, los diarios están arriesgando siguiendo las pautas marcadas por investigadores, profesores y universidades, donde se están desarrollando bases teóricas verificadas listas para ser aplicadas.
En Internet Medialab también estamos desarrollando productos, modelos de negocio y trabajos teóricos de aplicación práctica para intentar encontrar esa tecla que llevamos buscando, medios e investigadores, casi dos décadas. Por eso, las palabras de Antonio Caño no deberían caer en saco roto: se trata, nada más y nada menos, que de la transformación más radical de un medio que hemos visto en España en los últimos años. Que El País pase a ser un «diario digital» con una edición en papel «como complemento» debería ser portada de todos los diarios, incluido El País, durante varios días. Sin embargo, esta transformación era un paso lógico. Todos sabemos que el papel está acabado tal y como lo conocemos (y tal vez más allá) y que ni siquiera inventos (maravillosos, por otra parte) como Orbyt o Kiosko y Más podrán salvarlo. Que a día de hoy no se puede concebir un periódico en papel como el centro del negocio, aunque todavía arrastre la mayor cantidad de ingresos: las webs de los diarios son entes globales abiertos a varios miles de millones de internautas en cualquier rincón del planeta, una audiencia a la que se puede poner etiqueta, cara y hasta nombre y apellidos, y en base a ello ofrecer anuncios publicitarios que te llaman por tu nombre y leen tu pensamiento. ¿De verdad el negocio sigue en un compendio de papel con noticias de ayer? Rotundamente, no. Pero el papel no es «papel mojado», y con una adecuada transformación podría convertirse en un producto diferente que proporcionase una experiencia única, aunque siempre con el tiempo en su contra y ya como elemento muy especializado y minoritario.
El papel aún puede aguantar algunos años más, pero debe acometer una renovación que siga la línea marcada por la que hemos visto la semana pasada con el diario de PRISA, que tras el cambio de cúpula directiva se ha situado a la vanguardia de la transformación digital en España para seguir liderando un proceso imparable que iremos viendo de forma escalonada en el resto de cabeceras españolas. Si hasta ahora era El Mundo el mejor posicionado, la salida de Pedro J. Ramírez del diario que fundó en los 80 ha relegado al periódico de Unidad Editorial a una segunda posición, aunque en esto todo son luces y sombras: mientras El Mundo se estanca en su transformación, en su día implantó con valentía el muro de pago, creó Orbyt para salvar el papel y suele arriesgar con nuevas formas narrativas, como Transmedia. Por su parte, El País se está convirtiendo en el alumno aventajado de una asignatura obligatoria, pero las sinergias entre plataformas todavía son prácticamente inexistentes, encontrando tanto en la web como en el papel los mismos contenidos.
¿Y qué hay de las apps? Hasta ahora no son más que un visor de la web, pero el potencial que podrían ofrecer no está siendo valorado concienzudamente. Imagina por un momento lo que supondría poder personalizar contenidos en la app de tu smartphone. Imagina leer únicamente lo que quieres leer. Imagina que la app te propusiera contenidos similares a tus gustos. Todo esto existe, es factible, es real, pero está todavía en un cajón o en la mente de gurús soñadores e investigadores que no nos cansamos de repetir que todavía hay mucho trabajo por hacer y que lejos de estar ante un precipicio por el que se nos escurre el papel estamos ante una puerta llena de oportunidades capaces, incluso, de salvar el papel.
¿Qué será lo próximo?
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Aquí tienes el reportaje de El País hablando de su segunda transformación digital.
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