En la época actual y dado el impacto devastador que provocan las tecnologías disruptivas y emergentes, el cambio de paradigma en la enseñanza del nuevo periodismo debe partir desde la investigación académica y la praxis profesional de los medios.
La UNESCO ha establecido que el periodismo es una disciplina de alto alcance e importancia que su enseñanza en las facultades de comunicación debe hacerse siguiendo los principios de toda disciplina del conocimiento. De ahí que, en 2007, la UNESCO propuso un Plan Modelo de Estudios de Periodismo. Seguramente, muchos desconocen este hecho de gran trascendencia en la profesión periodística razón por la cual siguen considerando el periodismo como un oficio que cualquiera, con unos mínimos conocimientos de técnicas de redacción, puede realizar. Y ese es el gran equivoco. Seguir considerando el periodismo como un oficio en donde cabe cualquier tema, es sinónimo de desconocimiento de que la carrera de periodismo 1) se realiza en las facultades en donde se adquiere un título, anteriormente de licenciado con cinco de años de estudios y actualmente de grado con cuatro años, como los de cualquier otra disciplina, 2) que las facultades son las entidades de la investigación y la innovación, rol que siempre han tenido y que abarca también al periodismo 3) según la UNESCO, los que inicien un programa de licenciatura de periodismo tendrían que haber finalizado la educación secundaria con una calificación adecuada para su ingreso en una universidad y deberían poder leer, escribir y hablar con corrección en su propio idioma y en el idioma o idiomas que utilizarán como periodistas.
La UNESCO señala en su Plan maestro que los cursos sobre redacción y cobertura periodística se estructuren en varios niveles en cada cuatrimestre del programa, ya que esos cursos como veremos, conforman uno de los núcleos o pilares curriculares, lo cual favorece el perfeccionamiento de la redacción y de las destrezas profesionales, permite ofrecer una enseñanza del periodismo incluso, si no se cuenta con equipos de última generación (las computadoras son, sin embargo, imprescindibles) y señala el camino a seguir, cuando se dispone de tiempo en el programa de estudios, hacia la especialización en un sólo campo como la política, la economía, el arte y la cultura, las cuestiones sociales, las relaciones internacionales y las ciencias naturales y físicas y ámbitos conexos tales como el medio ambiente, la salud y la tecnología.
Dicho de otro modo, el objetivo es formar periodistas que posean las complejas destrezas que definen la profesión y que, además, cuenten con los conocimientos y la capacidad de reflexión que se precisan como sustrato de la cobertura periodística y el análisis que se exigen en cualquier rama del periodismo. La filosofía que orienta la formación de periodistas, y que se refleja en el plan modelo de estudios que propone la UNESCO, incide especialmente, por lo tanto, en el desarrollo intelectual y en las competencias necesarias para la cobertura periodística y la redacción más que en una subespecialización en los diversos medios de comunicación e información.
En este contexto, las facultades de comunicación deben asumir y convertirse, además de su rol de motores del conocimiento científico y teórico, en laboratorios de prueba y error. Incluso, como incubadoras en donde se experimente con contenidos y tecnologías emergentes y disruptivas, como las descritas en un artículo anterior. Por ejemplo, en Estados Unidos, una de los más avanzados laboratorios dentro de la Escuela de Periodismo es el DLab de la Universidad de California Berkeley (https://multimedia.journalism.berkeley.edu/ ). En este laboratorio experimentan con las tecnologías más vanguardistas que pueden aplicarse al periodismo, tales como los drones, realidad virtual, narrativa transmedia, algoritmos, glass o el uso de Occulus, tecnología que se ha venido haciendo pruebas en el Berkeley Center New Media http://bcnm.berkeley.edu/ .
Afortunadamente, las facultades de comunicación, a nivel global, vienen haciendo cambios en sus planes formativos, aunque no lo hacen con la celeridad que demanda la sociedad y la industria de la información. En mi opinión, el primer cambio tiene que ser el de mentalidad del docente, cuya figura debe pasar a ser el epicentro del conocimiento y la innovación. Para ello, el docente debe asumir nuevos roles en la enseñanza como la de facilitador y mentor. Obviamente, para lograr esto se requiere de un plan general de formación docente (dado que la pregunta es ¿quién forma al formador?) Si se logra esta primera cuestión, entonces vendrán los cambios estructurales, e incluso, cambios en la infraestructura de las propias facultades que aún están en proceso de adaptación.
El reto es asumir que esos cambios son para beneficio de los estudiantes y tienen que darse sí o sí.