Se ha puesto de moda rebuscar en las redes sociales de algunos personajes populares para conocer sus ideas, expresiones y sentimientos antes de su condición de famosos, políticos o deportistas. Y muchos están empezando a pagar las consecuencias de un mal uso de una poderosa herramienta que ha llevado a libertad de expresión en público a todo el mundo… con los inconvenientes que eso puede acarrear.
Prácticamente cada semana conocemos un caso nuevo: una persona se hace popular por algún motivo y, casi al instante, empiezan a aflorar mensajes publicados por ella en redes sociales. Mensajes comprometedores y que a menudo supondrán un quebradero de cabeza en pleno auge de su condición.
Políticos, periodistas, deportistas, actores… Nadie escapa de un fenómeno con un punto de morbo y con el que polemizan medios de comunicación y las propias redes sociales casi al mismo nivel.
Sólo en el último año, varios políticos españoles se han visto envueltos en estas polémicas, como Guillermo Zapata (concejal del Ayuntamiento de Madrid por Ahora Madrid), quien tuvo que dimitir de su cargo apenas unos días después de tomar posesión del mismo por unos chistes sobre el Holocausto y una víctima del terrorismo publicados en Twitter en 2011. También la diputada de Ciudadanos, Marta Rivera de la Cruz tuvo que pedir disculpas por un polémico tuit. Pero los políticos se cuentan por decenas: Elena Valenciano, Toni Cantó, Beatriz Talegón o incluso Pedro Sánchez (en este caso con un inocente tuit que, con los años, se ha vuelto en su contra y ha sido objeto de burla) han tenido que afrontar el peso del pasado. Hasta Mariano Rajoy se ha hecho viral durante la última campaña electoral por un tuit antiguo.
El último caso conocido es el de Sergi Guardiola, un joven futbolista fichado por el Barcelona B y cesado apenas seis horas después por unos tuits en los que insultaba a Cataluña y al propio Barça y expresaba ser forofo del Real Madrid. Otros futbolistas y deportistas también pagaron sus errores en Twitter.
En el apartado actores, Willy Toledo es el más polémico, con frecuentes meteduras de pata en redes sociales. Pero a quien un tuit le costó su trabajo fue al cineasta Nacho Vigalondo, quien expresó sus dudas acerca del Holocausto, lo que ocasionó que El País rescindiera un contrato con él. Otros, como David Bisbal, fueron duramente criticados por su falta de sensibilidad, en este caso expresando lo vacías que estaban las pirámides de Egipto, sin apenas turistas, cuando el país se encontraba en plena revolución política.
Los medios de comunicación no se quedan atrás: desde Televisión Española hasta la Agencia EFE, pasando por Associated Press o France Presse, han cometido errores en redes sociales. También algunos periodistas han pasado por el mal trago de una turba de gente criticando algunos de sus tuits, como Jesús Cintora o Cristina López Schlichting.
Está claro que las redes sociales son un altavoz, y el error están en pensar que cuando publicamos en ellas lo estamos haciendo para un pequeño grupo de seguidores: debemos recordar que, aunque a priori nuestros mensajes vayan a ser leídos únicamente por un reducido grupo de personas, los mensajes quedarán guardados para la posteridad. Y no podemos controlar el futuro, por lo que seguirán ahí cuando nuestra condición cambie (si cambia) y pasemos a ser un personaje popular por uno u otro motivo. Para entonces, no recordaremos que tal año publicamos tal mensaje que ahora podría ser malinterpretado, utilizado en nuestra contra o criticado con razón y verdaderos argumentos. Por ello, la cautela es la mejor estrategia para no verse envuelto en este tipo de polémicas que no sólo están a la orden del día, sino que seguirán estando presentes y continuarán repitiéndose mientras las redes sociales sigan ocupando el preponderante lugar que ocupan en la actualidad en el ecosistema digital.
Hasta la libertad de expresión requiere responsabilidad y sentido común. Las redes sociales no son la barra de un bar: son un medio de comunicación. Y hay que actuar con ellas como tal.