Vía Cultura de Red.- Los periodistas deben reinventar el periodismo. Esta travesía debe hacerse tanto desde una lógica narrativa como desde una perspectiva de negocio sorteando los retos que debe afrontarse en la consolidación de los nuevos roles dentro de la sociedad y de su aprendizaje como ciencia de la comunicación.
En este nuevo paradigma, muchos se han lanzado en la búsqueda de la piedra filosofal del modelo (narrativo, de negocio, contextual) a seguir. En primer lugar, desde corporaciones periodísticas de gran renombre y trayectoria, pasando por empresas tecnológicas que creen que su invento basado en bits y algoritmos es la panacea de los medios hasta aventureros digitales (en el buen sentido) que conciben sitios de información como resultado de sus destrezas y habilidades técnicas, se han puesto como objetivo encontrar las formulas sobre la rentabilidad de los medios.
En segundo lugar, debemos debatir y discrepar con los que consideran que el periodismo se ha acabado. Es posible que estemos asistiendo al fin de un ciclo del modelo –o formato- pero no del periodismo. Por ello, ante afirmaciones como “El periodismo ya no es el monopolio de los periodistas” hay que saber interpretar el tema ya que la frase, dicho así, puede confundir a periodistas y estudiantes de periodismo.
Al respecto, es verdad que el acceso a la información es patrimonio de todos aquellos que dispongan de la infraestructura para hacerlo. Pero, una cosa es acceder a la información y crear información y otra cosa es hacer buen periodismo. Tal parece que asistimos a la desaparición del periodismo profesional para dar cabida a un ejército de personas de todo el mundo que pueden “cometer actos de periodismo”. Es verdad que es hora de democratizar las técnicas del periodismo, contar a la gente cómo trabajan los periodistas, el por qué contamos historias de maneras particulares y cuáles son los principios éticos que seguimos. Pero de ahí a que los ciudadanos se conviertan en periodistas, dista mucho.
Da por pensar que así como el área de cultura en los medios fue considerado -erróneamente- una especie de “cajón de sastre”, así podría ser el ejercicio del periodismo. Es decir, convertir el periodismo en “el cajón de sastre” de cualquier persona que disponga de una titulación o no. Y ¿Qué pasa entonces con los que dedican años a estudiar esta disciplina? Cuesta creer que se haya engañado y mentido a varias generaciones de personas que, desde hace 40 años (en el caso de España) y de más años en otros países, han escogido estudiar Periodismo, como se elige estudiar Derecho, Sociología o Filosofía. La actual situación de los medios y del periodismo, no puede llevarnos a ser tan simplistas.
En tercer lugar, está la cuestión formativa. Existen en España más de 40 centros universitarios en donde se imparten las titulaciones de Periodismo en sus tres niveles Grado, Máster y Doctorado. Es verdad que a estas alturas, podemos estar asistiendo a una sobredimensionalidad en la oferta de estudios. Pero eso no significa borrar de un plumazo las titulaciones de estos centros. En los tiempos actuales, jamás el periodismo -como disciplina del conocimiento- ha gozado de tantos atributos.
Según Philip Meyer (2002) “Los periodistas eficientes del futuro inmediato, necesitarán comprender los procesos y efectos de la comunicación de masas y las teorías que tratan de explicarlos, del mismo modo que las destrezas del «oficio» en materia de redacción, organización de tareas, diseño y producción”. Para ello, según Meyer (considerado uno de los grandes intelectuales del periodismo), no basta ya el aprendizaje imitativo y la transmisión mecánica de rutinas, características propias de los oficios, sino “la adquisición de principios rectores, típicos de una profesión, de forma que, cuando las cosas cambien, el profesional comprenda los cambios y ajuste las técnicas a su nuevo estado. Tenemos hoy una desesperada necesidad de teoría, de nuevas formas de comprender el entorno de los medios. Los centros universitarios de investigación, con potentes programas de doctorado son nuestra mejor esperanza para desarrollar ese nuevo conocimiento”.
De acuerdo con Meyer, debemos, pues, potenciar la formación periodística, no sólo para un entorno profesional sino como una disciplina científica (la Unesco ya la ha clasificado de este modo en 2007) en cuyo desarrollo tiene un papel fundamental las facultades de comunicación. El problema es que muchos siguen considerando –por interés o desconocimiento- el periodismo sólo como un oficio, que se transmite de generación en generación.
En cuarto término, y en relación con el punto anterior, eso significa, abordar nuevas formas de aprendizaje y nuevos conocimientos, hasta hace poco tiempo vedados para los periodistas (sobretodo, en relación al conocimiento tecnológico), lo que implica una reinvención de los aspectos formativos en cuya base debe contemplarse la emergencia constante de los nuevos medios. Por tanto, los nuevos planes de formación periodística, además de los propios de la profesión, deben imbricarse con otras disciplinas tales como la programación (informática), la estadística, la telemática, la psicología y las ciencias empresariales.
Los nuevos medios deben abordarse desde la transversalidad de conocimientos y mucho más desde la experimentalidad. Una experimentalidad que pasa por entender el verdadero concepto de lo que significan los Nuevos medios y, que en palabras de Paul Levinson (2012) estamos obligados a comprender y saber los New New Media.
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